domingo, 29 de marzo de 2020

La serie de Lucho

David Le Bretón en su libro “Antropología del cuerpo y Modernidad” señala que en la civilización medieval “el hombre no se distingue de la trama comunitaria y cósmica en la que está inserto, está amalgamado con la multitud de sus semejantes sin que su singularidad lo convierta en un individuo en el sentido moderno del término”.
Es a partir justamente de la Modernidad cuando el ser humano se transforma en individuo, por circunstancias que no es menester explicitar aquí y que muy bien lo hace el autor señalado.
Esta individuación del ser humano ha llegado en la actualidad a límites insospechados y cada vez nos resulta más atractivo el conocer acerca de las vidas individuales. Cada vida contada nos parece una historia fascinante aún cuando esa vida pueda parecer común. Las vidas de quienes nos precedieron en el tiempo se transforman en heroicas a nuestra vista.
El hecho que nos sepamos individuos, separados de la comunidad, del nido que nos cobijaba en los tiempos de nuestra inocencia original, quizás nos impulse o me impulse a buscar la comunión de cuerpos de la cual sentimos o siento, nostalgia.
Los medios de comunicación ponen hoy a nuestro alcance un sinfín de historias individuales de las cuales somos consumidores.
Esta historia no es de Netflix, es una serie en la cual no conozco al personaje, me lo imagino. Es mas una serie como las de los viejos radioteatros. Es una serie contada, en capítulos semanales. 
Nos la cuenta Julieta, mi hija. Es la serie de Lucho.
La ventaja de seguir una serie contada y no por Netflix u otra plataforma es que la riqueza de la misma tiene que ver más con las interpretaciones personales que con lo que se cuenta. Es más importante toda mi imaginación que la poca información que recibo en cada capítulo.
Si bien es una serie que tiene ya varias décadas, Juli nos empezó a contar la historia a partir de esta última temporada. Cada fin de semana Juli nos cuenta las vicisitudes del personaje y de los hechos que transcurren a partir de su salud. 
Lucho, un tradicional materialista dialéctico, muy culto y en proceso de escribir una biografía de Carlos Marx, sufre un problema de salud que lo obliga a producir una “revolución” en su ser. No es difícil adivinar que Lucho, ese viejo marxista que seguramente se esperanzó con la revolución socialista en la década del 60, con el Cordobazo, con la revolución permanente, es un personaje duro, extremadamente racional y por ende difícilmente de demasiadas muestras de emocionalidades. Quizás, además de las lógicas derrotas, se deba a una cuestión generacional.
Cada fin de semana es esperar un nuevo capítulo en el cual deseamos la buena noticia. A veces nuestra conciencia no encuentra una explicación a cómo es posible tener razón y no poder verificarlo en la realidad. Ese conflicto sin resolver a nivel conciencia se resuelve en el cuerpo. La revolución, la verdadera revolución permanente es descubrir quiénes estamos siendo, cuál es ese conflicto que no resolvimos y liberar todas nuestras fuerzas. Es el proceso de la dialéctica que entra en contradicción. Generalmente lo aplicamos para las fuerzas sociales y las fuerzas de la naturaleza, pero no lo hacemos para nuestros pensamientos. Es como si en nosotros operara el famoso fin de la historia. Todos los fines de semana esperamos un nuevo capítulo de la serie de Lucho. Cada uno de ellos nos atrapa y nos conmueve al punto que nos gustaría ser parte de la serie para poder decirle al personaje lo que pensamos. Sabemos que es una serie y que nosotros somos meros espectadores o escuchas, el protagonista es otro. Sin embargo sin conocer al personaje, sólo imaginándolo deseamos poder escuchar la serie por muchas temporadas. 

3 comentarios:

  1. Me emocionaron tus palabras y tu búsqueda. Siempre levanta el ánimo encontrar que hay otros que también se preguntan y necesitan respuestas. Abrazo

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  2. En los cuentos uno se queda con las ganas de 'más'. Talento y agudeza para pintar nuestra aldea sobran. En el de dios, la vivencia y la tarea se complica si es cierto que 'Dios es ateo', como especula José Pablo Feinmann en su cuento del 1º de este mes en P12. Más abrazos

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  3. En el relato de las figuritas, cómo olvidar las increíbles Starosta, con las que jugábamos al futbol sobre una mesa, con arcos y red incluidos, bolita y habilidad mediante. Nuevos abrazos

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