El encuentro fue en una esquina casual.
Hacía ya varios años que se venían
clavando la mirada y el azar o el destino evitaban el encuentro.
Una secreta inteligencia
que, indudablemente conocía el
futuro, se negaba a que se produjera el momento fatal.
Sin embargo, había algo en los dos que se resistía. Ambos deseaban que se
provocara ese momento que sería
definitivo.
Hacía mucho tiempo que los compadritos
habían abandonado las esquinas. Que éstas no eran el escenario de un duelo. Por eso sorprendía que esas dos almas se empeñaran en
un enfrentamiento que seria el primero y el último.
El barrio era tranquilo y para esa época,
principios de diciembre, se poblaba de jóvenes que
disfrutaban del final de las clases. Las niñas y los
niños se reunían para coquetearse
mutuamente. Hasta altas horas de la noche. Eran tiempos de inocencia; las
puertas de las casas se mantenian sin llave y la única
supervisión y medida de seguridad era el
alumbrado público y los vecinos que sacaban sus
sillas y sillones a la vereda a tomar un poco aire fresco.
Lo que sucedió sólo lo puede referir una testigo de los hechos de la que hoy se
desconoce su paradero. Alguna versión indicaba
que se había ido a vivir al sur. Realmente no lo
se.
Incluso la historia pasó
desapercibida para los vecinos del barrio. Sólo
algunos memoriosos relatan, de vez en cuando, las miradas fulminantes que se
cruzaban entre ambos, bastante antes de ese momento definitivo.
Pasaron treinta y cinco años de ese
suceso y hoy se volvieron a encontrar. No fue un encuentro convencional, no podía serlo. La trama secreta de la vida había hecho que se crucen
nuevamente. Treinta y cinco años después.
Tuvieron una charla amistosa. No había rencor
en sus palabras. Recordaron si, que treinta y cinco años atrás habían coincidido en una esquina y que uno había había efectuado una oferta que el otro
rechazó con un "no", intentando
una breve excusa. Si bien no fue convincente, el otro entendió que había miedo,
no obstante tuvo piedad y esperó una
mejor oportunidad. Ambos creían que
iba a haber otra oportunidad. Sin embargo esa oportunidad nunca llegó. Quizás fue lo
mejor que les ocurrió en su
vida. Paradójicamente para ellos fue el
"no" más relevante de sus vidas. Fue un
momento que quedará en sus memorias como triste y feliz
a la vez.
En ese momento fatal, ellos tenían trece
años, desde que estaban en jardín de infantes que se miraban con el amor de niños. Al final él se
atrevió y la invitó a que fueran novios; ella por miedo le dijo que no.
Hoy, treinta y cinco años después hablaron del tema. Rieron y descubrieron que otro no podría haber sido el acontecer. Que esa secreta inteligencia que rige
los destinos les tenía
reservado una inmensa felicidad. Que les había hecho
conocer otros seres con quienes habían
repetido ese cortejo inicial y con quienes habían dado
eternidad a sus almas a través de una
hermosa descendencia.
Ambos rieron por última vez y comprendieron que los hechos de la
vida, sean que los definamos como buenos o malos nos dan la oportunidad de
abrir los caminos hacia la felicidad.