jueves, 13 de diciembre de 2012

                                   ¡QUE JUGADOR JORGITO!

 El día prometía una jornada memorable. Hacía mucho tiempo que se estaba preparando para este momento. Ya de chico se destacó en los equipos infantiles y luego juveniles. Era una talentoso, con una habilidad inigualable. Los que lo admiraban cuando jugaba en el barrio sentenciaban: "Qué jugador Jorgito!!; es un malabarista!; la tiene atada!; si este no llega me mato!! A los 6 años ya pintaba para crack. Jugaba en el potrero con los grandes y la rompía. En el club era el niño mimado y los rivales temían enfrentarlo. Sus padres, de humilde condición, soñaban con que Jorgito algún día los sacara del barrio. Se sacrificaban para llevarlo al club a entrenar, con frío con calor, con lluvia o viento. Nada los detenía. No durmió en toda la noche. En su cabeza resonaban las palabras que su técnico de infantiles le había dicho: “usted m´hijo, va a ser un gran jugador!”. Recuperó todas las imágenes de cuando fue por primera vez al club, de cómo fue la prueba. Recordaba su primer gol con su amada camiseta. De cuando su abuelo lo iba a ver jugar. Fue una noche de vigilia que acabó con un llanto de emoción. Se despertó muy temprano y desayunó liviano. Hoy era un día muy especial. Era su debut. Estaba nervioso. Sabía que se hallaba ante un gran desafío. Tenía que enfrentar por primera vez a una multitud. Tenía que demostrar lo que sabía hacer si quería ganar dinero. Su padre ya no estaba y su recuerdo lo volvió a emocionar. Pensó que, de todas maneras, él estaría orgulloso de su hijo. Llegó en horario. Ya había mucha gente por la zona. Se cambió con mucha parsimonia. Se acomodó las medias, el pantalón y la camiseta. Se ató bien los botines, no se puso las canilleras, para qué? se dijo en voz baja, entró un poco en calor y apuró el paso para salir al ruedo. Tenía la pelota en sus manos. La acariciaba como si fuera su novia. Le sentía el olor al cuero. La besó cerrando los ojos con fuerza como trasladándole todo el amor acumulado en su vida. Como se dice en el ambiente, salió a ganarse el mango. Apenas tomó por primera vez el balón, se notó su calidad. La pisó con la izquierda, la llevó para la derecha, un amague para un lado y otro para el otro lado y ya generó las primeras sonrisas de aprobación y los primeros comentarios ¿Y éste de dónde salió?. Después, encarando a los que se le venían de frente, que se detuvieron delante de él, comenzó una frenética danza de jueguitos que incluyeron la cabeza, el taco y el pecho por más de diez segundos. Nadie se atrevió a cortarlo, como en un acto de profunda admiración. La satisfacción de los espectadores fue unánime. No hubo aplausos. No podía haberlos. Jorgito no tuvo tiempo ni de cobrar su primer ingreso. Inmediatamente después de toda esa demostración de talento, el semáforo de la 9 de Julio y Bartolomé Mitre se puso en verde y los autos arrancaron a toda velocidad. Uno de ellos casi le arranca el pie. No importaba, Jorgito lo esquivó y le dijo oooleeee!!!! Jorgito lleva el futbol en la sangre y el jugador de fútbol juega en cualquier parte.