martes, 26 de enero de 2010

Somos dos, somos dos

Desde muy niño me gustaron los libros y especialmente los de la biblioteca de mi padre. Aunque todavía no sabía leer, recuerdo haber tomado un libro al azar y buscar las ilustraciones y las fotos. Poco comprendía lo que ellas significaban: algunas me gustaban y otras me daban un poco de temor.
Recuerdo haber leído la historia de Ernenek en “El país de las sombras largas”.
Aún considerando al deporte como una pasión en mi vida, siempre consideré que la forma de evolucionar como ser humano era a través del conocimiento y del desarrollo de la razón.
Cuanto más lógico y razonable fuera, más evolucionado sería.
Sin embargo, a través del tiempo, en la búsqueda de la Razón me encontré con la Intuición.
En efecto, buscando cada día aplicar más el pensamiento lógico, racional, como forma de evolución personal, fui descubriendo que en realidad las capacidades mágicas de nuestro cerebro, las que nos llevan a las más profundas transformaciones, se encuentran cooptadas por el cerebro que razona, justamente como símbolo paradójico de la evolución.
En efecto, el cerebro humano es una máquina maravillosa y de increíbles capacidades. Los pensamientos, acciones, sistemas de creencias se construyen a través de la conexión entre las neuronas. Existen solamente en el encéfalo una cantidad aproximada de 100.000.000.000 (cien mil millones)de neuronas y cada una de ellas recibe de 10.000 a 100.000 sinapsis (interconexiones) y el axón realiza una cantidad de conexiones similar. De este modo las posibilidades de aprendizaje, entendiendo el aprendizaje como el establecimiento de una red neuronal, por lo visto es astronómico.
Nuestro cerebro parece integrado por dos personas diferentes que se encuentran unidas en un mismo espacio. Una de ellas es digital, o sea utiliza el lenguaje, es racional, lógica. La otra es analógica, emocional, creativa.
A través del lenguaje una de ellas es la parte dominante. El ser humano, es interpretado como un ser lingüístico y esa capacidad ha determinado el predominio de esa persona racional, lingüística, lógica.
Estas dos personas que habitan nuestro cerebro se sitúan en el hemisferio izquierdo y en el derecho, formado por dos mitades unidas por una compleja red de fibras llamada cuerpo calloso.
El desarrollo del lenguaje en el ser humano significó un gran avance en la comunicación y en el desarrollo del pensamiento.
Supone también una limitación en cuanto al volumen de información que recibimos del exterior y el que podemos procesar en nuestro cerebro así como el que podemos transmitir. Esto significa que recibimos la información en forma analógica a través de nuestros sentidos y la procesamos en forma digital a través del lenguaje. Se asemeja a un gran embudo. Por eso es que la información a veces se nos desborda y hablamos no solamente con nuestra voz sino que además lo hacemos con el cuerpo. Incluso a veces nuestra voz dice una cosa y nuestro cuerpo dice otra. De ahí descubrimos las mentiras.
Se dice que somos conscientes de sólo 2.000 bits de información de los 400.000 millones de bits de información que nuestro cerebro procesa por segundo.
Entonces cabe suponer que este desarrollo del cerebro humano relativamente reciente; el neocórtex dataría de aproximadamente 130 millones de años, aunque ha evolucionado rápidamente el último millón de años, ha significado un gran avance en cuanto a la capacidad del hombre de procesar racionalmente información y transmitirla pero a su vez ha significado la pérdida o bien el ocultamiento de un gran caudal de información que entra al cerebro en forma analógica.
Otro hecho que determinó el predominio de la razón fue, al decir de Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje, la invención del alfabeto alrededor del año 700 A.C. en la antigua Grecia.
Esta nueva forma de comunicación produjo profundos cambios en nuestras categorías mentales. Siguiendo a Echeverría en su libro citado, antes de la invención del alfabeto, los seres humanos vivían en lo que llamamos el “lenguaje del devenir”; el hablar tenía el poder de hacer que ciertas cosas sucedieran. De esta forma se sabía por ejemplo, qué era la piedad, el amor, la perfidia, esto es, a través de las acciones realizadas por los personajes de estas historias.
El alfabeto, sigue Echeverría, separó al orador, el lenguaje y la acción. El texto al estar escrito desplazaba al orador, ya no era necesario. De este modo se produjo un desplazamiento de un lenguaje de acción a un lenguaje de ideas.
“Con ello se abandona el lenguaje del devenir del pasado y se transita hacia una nueva forma del lenguaje: “el lenguaje del ser”.
El pensar, pasó a ser la reina de las acciones y fueron separadas de todas las demás acciones que pasaron a ser consideradas inferiores.
Ello, finaliza el autor, nos condujo a la conclusión que el ser humano cambió su comprensión de él mismo. Un ser humano postulamos, es un ente racional, la razón es lo que nos hace humanos, diferentes de las otras especies.
De ahí que mi historia personal estuviera tan influida por este pensamiento racional y considerara a la evolución personal como una forma de incrementar mis conocimientos lógico – racionales.
Este cerebro conciente, lógico, racional, que se vale del lenguaje, es el que utiliza y que se define como el “yo”. Cuando nos reconocemos, cuando decimos yo, el que habla es el cerebro racional, es el hemisferio izquierdo y lo hacemos como si el resto de nuestro cerebro y nuestro cuerpo fueran apéndices de él.
Existe una íntima relación no reconocida entre nuestro cerebro y nuestro cuerpo.
Lamentablemente el paradigma presente continúa estableciendo la primacía del pensamiento racional, estando la ciencia muy influida del mismo.
La férrea defensa de este paradigma hace que todas las voces que cuestionan este modelo del mundo sean castigadas como alguna vez lo fueron quienes se opusieron a los postulados dogmáticos de la iglesia católica.
En medicina se sigue considerando y definiendo como “medicina alternativa” otros modelos que permiten obtener mejores resultados, en algunos casos, que la “medicina tradicional.”
El origen de este divorcio entre la mente y el cuerpo tiene su razón en la tradición judeo cristiana.
Una buena síntesis de este postulado la efectúa Gabriel Plachta en su reciente libro “PNL Mapas para el cambio”. Allí afirma que sumado a la tradición judeo cristiana le continúa la lógica aristotélica y la filosofía cartesiana por la cual:
• El yo es una mente-sujeto que experimenta un cuerpo-objeto.
• El yo se ha identificado con la mente y se ha disociado del cuerpo.
• El yo identificado con la mente es de naturaleza superior, elevada, ligada al espíritu.
• El cuerpo, en tanto materia, es de naturaleza inferior, una máquina, un mal necesario, sede de nuestros impulsos más bajos.
• En el mejor de los casos, el cuerpo es apenas un envase imperfecto y transitorio para un alma perfecta y eterna hecha a imagen y semejanza de Dios.

De ahí concluye Plachta que “cuando pienso en mi cuerpo es el yo (sujeto) el que piensa en mi cuerpo (objeto); que cuando digo “me duele la cabeza”, estoy diciendo que a mi (sujeto) me duele “eso” que llamo cabeza (objeto) y que aunque no estemos de acuerdo con estos postulados, nuestro pensamiento está plagado de estas divisiones e incluso el lenguaje nos lleva a que estas divisiones se manifiesten.
Luego de tanto tiempo y de tanta búsqueda de conocimiento racional, lo paradójico me ha sucedido: descubrir que tenemos una forma de conocimiento intuitivo que llevamos impresa en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Que este conocimiento ha permanecido latente en nosotros y que es hora que dejemos de reprimirlo con tanto razonamiento.
He descubierto que nuestro hemisferio izquierdo pretenciosamente intenta liderar nuestra acción desde “afuera de nuestro cuerpo” pero que el hemisferio derecho es el que realmente nos lidera en “comunión con nuestro cuerpo”.
Que siempre estuvimos preocupados en conocer cómo funcionan las cosas en nuestro universo y que no conocemos cómo funciona nuestro cuerpo/mente. Que nuestras creencias, nuestras acciones, nuestra identidad están determinadas por un sistema de redes neuronales del que hasta hace no mucho tiempo poco o nada conocíamos. Pero que nuestros antepasados y culturas milenarias si conocían y conocen.
Que la forma que he descubierto de evolucionar es justamente desarrollar mi intuición, descubrir cómo opera nuestro inconciente, cómo inconcientemente se establecen redes neuronales a lo largo de todo nuestro cuerpo que definen habilidades, acciones, creencias y que determinan nuestra identidad.
La evolución no significa descuidar nuestra mente racional a favor de la intuición, sino más bien desarrollar ambos hemisferios de manera que podamos servirnos de cada uno de ellos cuando sea necesario.
Evolucionar significa también poder descubrir y comunicar nuestras experiencias más íntimas; encontrar en nuestro interior el conocimiento milenario que llevamos grabado en cada una de nuestras células y esta afirmación no es metafórica, es científica.
Hay cosas que están más allá de la razón y del lenguaje que también tienen su explicación.
“La contradicción tan asombrosa a la forma ordinaria de pensar viene del hecho de que hemos de usar el lenguaje para comunicar nuestra experiencia más íntima, la cual en su misma naturaleza trasciende la lingüística.” D.T. Suzuki.