miércoles, 16 de junio de 2010

Las más romántica de las despedidas

Las despedidas más románticas suceden en las estaciones de tren.
Hace unos momentos acabo de presenciar una.
Ocurrió en la “Gare de Neuchatel”. El, un joven deportista, ella, una hermosa mujer unos cuantos años mayor.
Me bastaron unos pocos instantes para darme cuenta que ninguno de los dos estaba presente en esa estación. Que ambos estaban ausentes del momento de la despedida.
Ella denotaba en su rostro el sentimiento de haber dado todo y haberlo perdido. Ella estaba en el pasado, en los momentos que ya no se repetirían, estaba añorando lo perdido.
El rostro del joven denotaba una cierta satisfacción. Si bien a primera vista se mostraba afectado, en el fondo se sentía orgulloso; había conquistado el corazón de alguien. Había obtenido lo que quería y ahora, ya estaba en el futuro, en su porvenir, imaginando su nuevo destino y un nuevo corazón para conquistar.
Ninguno de los dos disfrutó del momento de la despedida.
Ella le entregó un sobre para que lea lo que no se atrevió a decirle en ese momento, quizás evitando así decir palabras definitivas; como si no decir lo que se siente hace que no ocurra.
El recibió el sobre, lo miró y no se atrevió a abrirlo. Temía ser invadido por el pasado; el era futuro.
Subí a mi tren que, como es de esperar en Suiza, llegó exactamente a las 13,27 hs. Me senté cómodamente escuchando Pink Floyd y dándome cuenta que yo, el observador, había sido la única persona presente en esa despedida.

domingo, 21 de marzo de 2010

Epítetos no! Epícteto!! (primera parte)

El mundo es una lucha, todo es lucha…. Cómo andás? Acá luchando… Yo siempre luché mucho en mi vida….
Estas frases las oímos a diario, así como también el concepto de “lucha por la vida”, la adaptación del más fuerte, han predominado en la teoría de la evolución de las especies desde Darwin.
Ahora bien, se puede afirmar o universalizar el concepto de lucha a todo el ámbito en el que un ser humano interactúa o este concepto es solamente aplicable a ciertos casos más relacionados con la biología, con la política (lucha de clases), con las cuestiones sociales, etc.?
En el caso del desarrollo personal, a qué le llamamos lucha y contra qué luchamos?
Cómo influye esa lucha, o el resultado de la misma sobre nuestro sistema cuerpo-mente. Porque sabemos muy bien que es muy difícil salir indemne de una lucha: es muy difícil no salir lastimado.
Luchar es entrar en una relación antitética con la otra parte a la que nos oponemos. La lucha nos sirve para “ir hacia” o para “alejarnos de”.
Diariamente, conforme la teoría Darwiniana de la supervivencia del más apto, tal como sostiene Deepak Chopra, “somos víctimas de las reacciones que fueron fundamentales miles de años atrás para nuestra supervivencia. Reacciones programadas genéticamente en el cuerpo celular. Vivimos en un entorno hostil como recolectores amenazados.
Aprendimos a protegernos huyendo y también peleando. Esta reacción era útil en el pasado, hoy produce miedos imaginarios”.
Nos sucede a diario con el tránsito, con la burocracia del Estado, con el monopolio de las empresas de servicios, los comentarios que se hacen de nosotros y la respuesta condicionada que le damos a estos estímulos tiene una función limitada y nos genera variadas enfermedades tales como problemas cardiovasculares, hipertensión, todas las variedades de cáncer, etc.
Lo mismo sucede con el stress. Los médicos lo han definido como “la respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda que se le haga”. Así, “el cuerpo reacciona ante cualquier estímulo desafiante por medio de una secuencia predecible de cambios internos, incluyendo la liberación de ciertas hormonas”. Esta es la reacción de pelea o fuga que ya citara antes.
Entonces, identificamos la agresión como proveniente del exterior, provocada por los otros.
Es necesario por tal motivo, comenzar a superar la etapa de la reacción de pelea o fuga ya que ésta ha perdido su función original y no solamente nos causa problemas en el plano individual sino que es la responsable de tanto odio y guerras en el mundo.
¿Y cuál es la causa por la cual reaccionamos ante estos estímulos externos de manera tan limitada, creando miedos imaginarios?
El ser humano necesita crear patrones de conducta para vivir con mayor seguridad. De ahí que ante cada hecho que le sucede en su vida emite un juicio. “Cuando emitimos juicios estamos suponiendo que el pasado es un buen consejero del futuro. Estamos suponiendo que porque algo sucedió una y otra vez en el pasado, podría volver a suceder en el futuro,” nos dice Rafael Echeverría. Sin embargo, esto no es así necesariamente.
De ahí que los juicios, siguiendo con Echeverría, sean la raíz del sufrimiento humano. El sufrimiento surge de la interpretación que hacemos sobre lo que nos sucede, y muy precisamente sobre los juicios que estas interpretaciones descansan.
Teniendo activada la reacción de pelea o fuga, interpretamos que “nos están perjudicando”, “nos están faltando el respeto”, “nos están agrediendo”, etc., etc. El yo se siente amenazado por el mundo exterior y reacciona. Allí es cuando nuestro cerebro, a través de la amígdala segrega adrenalina y cortisol y nos provoca una reacción de stress.
Ahora bien, tal como está planteado, fácilmente nos damos cuenta que, por lo general, no es el “mundo” quien nos ataca sino que nosotros interpretamos que el “mundo” nos ataca.
Sentimos que los otros coartan nuestra libertad que es lo que en definitiva busca el ser humano.
Siguiendo a Deepak Chopra, podemos decir que existen cuatro niveles de libertad. El primero es “quiero hacer lo que quiera en el momento que quiera”; el segundo es la “capacidad de satisfacer nuestros deseos”; el tercero es la “capacidad de escapar de la prisión de lo conocido. La prisión de nuestro condicionamiento. Lo que nos despiertan las personas y las circunstancias y hacen que reaccionemos con conductas predecibles. Estamos a merced de cualquiera que pase por la calle”; y el cuarto son las “acciones correctas específicas”, esto es, aquellas acciones que propician nuestra evolución.
Encuentro una relación que será interesante desarrollar entre el tercer nivel de libertad, el de la “capacidad de escapar de la prisión de nuestro condicionamiento” y la reacción de fuga o pelea que nos provoca el stress y el sufrimiento inútil.
Y nadie mejor que una escuela de filosofía de la antigua Grecia para dilucidar la cuestión y ayudarnos a ampliar nuestros mapas mentales para desarrollar justamente esa capacidad de escapar de la prisión de nuestros condicionamientos. (continúa)

Epítetos no! Epícteto!! (segunda parte)

Me refiero a los Estoicos. El estoicismo es una escuela filosófica fundada por Zenón de Citio en el año 301 a.C. en Atenas, con fuerte influencia de la filosofía de Heráclito y Sócrates; incluso se dice que tiene influencias de doctrinas semíticas, como el judaísmo.
Siguiendo a Wikipedia, el término estoicismo proviene del lugar en el que Zenón comenzó a dar sus lecciones en el año 301a.C., a saber, la Stóa poikilé (en griego Στοα, stoa, pórtico), que era el “Pórtico pintado” del ágora de Atenas. Pronto atrajo a numerosos seguidores quienes, tras la muerte de Zenón, continuarían y expandirían su filosofía. El estoicismo fue la última gran escuela de filosofía del mundo griego en ser fundada, y continuó existiendo hasta que en el año 529 d.C. Justiniano clausuró la Escuela de Atenas.
Así llegamos hasta Epícteto, quien nació en el año 55 en Hierápolis de Frigia (actualmente Pamukkale, en el sudoeste de Turquía), a unos 6 km. al norte de Laodicea. Aún en su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafrodito, que a su vez había servido como esclavo del emperador Nerón; a instancias de Epafrodito, estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo.
Arriano, uno de los discípulos de Epicteto, quien tomó notas para sí de las palabras del maestro, publica, cuando ya probablemente el maestro había muerto, EL ENQUIRIDON, o MANUAL DE LA ESTOA.
En él Epícteto nos ayuda, como moralista que es, a desarrollar esa capacidad de escapar de la prisión de nuestro condicionamiento y la reacción de fuga o pelea que nos provoca el stress y el sufrimiento inútil, de la que hiciera mención.
Para ello nos explica que: En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen; nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones.
Las cosas que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra; en una palabra, todo lo que no es nuestra propia acción.
Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Recuerda pues que, si tu crees libres, a las cosas por naturaleza esclavas, y propias, a las que dependen de otro; encontrarás obstáculos a cada paso, estarás afligido, alterado, e increparas a Dios y a los Hombres. En cambio si tu tienes, a lo que te pertenece, como propio y, a lo ajeno como de otro; nunca, nadie, te forzará a hacer lo
que no quieres ni te impedirá hacer lo que quieres.

Nuestra gran preocupación pasa generalmente por obtener cosas cuya adquisición no dependen de nosotros sino de otros, y por ello somos esclavos de esos deseos. Pretendemos que otros nos beneficien y nos sentimos por ello frustrados y culpamos a los demás de por no lograr nuestros deseos. Así ocurre comúnmente con los padres que pretendemos imponer conductas a nuestros hijos para cumplir con nuestros deseos cuando el cumplimiento de los mismos depende de las acciones de ellos mismos y no de nosotros.
Otra causa de gran sufrimiento en los seres humanos es nuestra preocupación por nuestra honra, por nuestra reputación. Según lo declara Epícteto, al no ser una acción propia, al no depender de nosotros, cuando nos preocupamos por nuestra honra, por nuestra reputación, nos estamos preocupando por juicios que dependen de los otros. La honra y la reputación, son juicios que hacen los otros sobre nosotros mismos y si comprendemos que cada ser humano tiene un juicio propio y diferente de los demás, que tiene fundamento en sus mapas mentales, nos daremos cuenta que es imposible pretender que dichos juicios concuerden con los nuestros.
José Ingenieros solía decir que si los seres humanos fueran definidos por lo que cada uno opina de si mismo, viviríamos en un mundo perfecto.
Respecto a la opinión Epícteto señala: Recuerda pues que: el objeto de tus deseos, es obtener lo que tú deseas, lo que anhelas; tu no te lamentarás de nadie; no acusarás a nadie, no harás nada, ni siquiera la cosa más pequeña, sin que corresponda a tú deseo; entonces, nadie te hará mal, y no tendrás enemigos, pues nada que no desees te motivará.
Y que, el objeto de tus temores, es evitar lo que temes. Quien no logra lo que desea es desafortunado, y quien cae en lo que teme es miserable. Si no rechazas sino lo que no corresponde a tu verdadero bien, y que depende sólo de ti, entonces nunca caerás en lo que no deseas. En cambio si te empeñas en huir de lo que temes, como la muerte, la enfermedad, la pobreza, serás miserable.
Resulta muy común en nuestro comportamiento que focalicemos nuestra conducta más en evitar lo que no queremos que en nuestros deseos. Y en tanto nuestros deseos dependan de nuestras acciones no nos lamentaremos de nadie ni acusaremos a nadie.
Este concepto encuentra estrecha relación con la segunda ley universal de la atracción que señala que “aquello en lo que pienso y creo o espero es”. Me refiero con ello a que nuestra atención debe estar puesta en aquello que deseamos y no en aquello que queremos evitar, aquello a lo que tememos pues de esta manera lo atraemos.
Así, no está en nuestro poder evitar la muerte ya que es una facticidad que resulta inevitable para el ser humano; no depende de nosotros, sin embargo es causa de un gran sufrimiento y tiene íntima relación con lo que opinamos acerca de la muerte. Borges decía que “la muerte es un hecho meramente estadístico y no hay nadie que no pueda correr el albur de ser el primer inmortal”, sin embargo, por el momento no está en nuestro poder el evitarla.
También nos preocupa mucho el huir de la enfermedad, siendo que con este temor la atraemos. La idea será entonces desear fervientemente la salud, el cuidado de nuestro cuerpo y nuestra mente, que sí está en nuestro poder.
Existe un gran conflicto en nuestra personalidad que hace que nos sintamos agredidos en todo momento, nos hace que consideremos que nos están ofendiendo, que nos faltan el respeto, y ello tiene relación con que: Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones que de ellas se hacen. Por ejemplo, la muerte no es algo terrible, pues, si lo fuera, a Sócrates le hubiera parecido terrible; por el contrario lo terrible es la opinión de que la muerte sea terrible. … Recuerda que no es ni quien lanza injurias, ni quien golpea, lo ultrajante, sino que la opinión, de injuriosas, que te has hecho de estos (acciones y agentes de la acción), es lo que las hace ver como de gentes de quienes has recibido ultraje. Cuando alguien entonces, te ofenda e irrite, sábelo que no es ese alguien quien te irrita, sino tu opinión. Esfuérzate entonces, ante todo, de no dejarte llevar por tu fantasía; pues, una vez ganes tiempo y alguna dilación, serás más fácilmente amo de ti mismo.

Hace un tiempo me sucedió un hecho que me pareció revelador: tuve un inconveniente con una empresa de servicios y en todo momento de la discusión “sentí” que estaban ensañados conmigo, sentí que existía la orden de “perjudicar a Jorge”. Pasado el fin de semana, iba caminando por la calle y me di cuenta, luego de haber leído este texto, que nadie estaba en mi contra, que el sistema era así y que en realidad nadie me faltó el respeto ni quería perjudicarme sino que yo me había sentido, por la propia opinión sobre mi mismo, agredido, no respetado, y que en realidad ello denotaba, más allá del perjuicio real que se me había causado, las faltas e incapacidades de la otra parte. Fue cuando pude tomar distancia del hecho que pude liberarme de ese sentimiento, que pude dejar de ser esclavo de mi opinión y recuperar el control de la situación y finalmente tener la mente focalizada en la solución del problema.
Muy sabia la definición de que cuando alguien te ofende o irrita nos es ese alguien quien te irrita sino tu opinión. Hay un hecho que siempre me ha sorprendido y que verifica esta sentencia. En el fútbol se viven momentos de agresión producto del partido, así como situaciones en las que el contrario quiere manejarnos psicológicamente en las que por ejemplo, un jugador insulta a otro refiriéndose a su madre. Así tenemos quienes responden vehementemente y se “sacan” del partido diciendo “a mi vieja no la insultes…” y hay otros, a los que se les puede decir cualquier cosa que no los afecta. Si el que nos ofendiera fuera ese alguien, entonces todos reaccionaríamos pero como lo que nos irrita es nuestra opinión, algunos opinamos que lo que nos dicen es ofensivo y otros no.
Para concluir, quisiera agregar un hecho muy común en nuestro comportamiento que es culpar a los demás de nuestros propios resultados negativos (ya hablaré en otra nota porqué considero no mencionar el término fracaso): … Por lo que, cuando estamos contrariados, turbados o tristes, no acusemos a los otros sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras opiniones. Acusar a los otros por nuestros fracasos es de ignorantes; no acusar más que a sí mismo es de hombres que comienzan a instruirse; y no acusar ni a sí mismo ni a los otros, es de un hombre ya instruido.
Efectivamente tendemos a justificar nuestros fracasos acusando a los demás. Decimos “no llegué a primera división porque el técnico me tenía bronca, porque había otro que estaba acomodado, etc. etc.” y así en miles de situaciones.
He ido transcurriendo todos estos estadios y he ido aprendiendo que no existen los fracasos de los que me pueda acusar. Quizás he sido desafortunado por no cumplir con algunos deseos que he tenido pero que me han servido de aprendizaje para no repetir situaciones análogas.
He aprendido que los éxitos o fracasos los evaluamos una vez que los hechos han sucedido y que al momento de hacerlos lo hicimos de la mejor manera que en ese momento disponíamos. Hoy las haría de un modo diferente aunque acusarme por ello no es justo ya que ahora cuento con una información, con un conocimiento que antes no disponía.
Esto es lo que pretendo, que todos, en la medida de nuestras posibilidades podamos aprender a ser más justos con nosotros mismos, a no sentirnos agredidos por el otro, que la mayoría de las veces nadie nos agrede sino que es nuestra opinión quien nos hace sentir agredidos.
En la medida que forjemos nuestra propia personalidad de modo de no tener una opinión débil sobre nosotros, que nos demos cuenta que nadie nos agrede si no opinamos que nos agreden. La mayoría de las veces quien tiene esa conducta es verdaderamente quien está atemorizado, quien se siente inferior, quien tiene el problema.
La vida tiene que dejar de ser una lucha para transformarse en acciones de colaboración entre los seres humanos, para comprender y ayudar a quienes pretenden agredirnos pues en verdad ellos son los que tienen el problema y merecen nuestra ayuda.
La reacción de fuga o pelea no resulta una conducta valiosa en la actualidad pues los temores no tienen la gravedad suficiente como para que la misma se dispare con la intensidad y la periodicidad con que sucede.
Ya no existen los depredadores que nos quieren comer, sin embargo, seguimos reaccionando como si existieron.
Para finalizar, los invito como dijo Marco Aurelio en sus Meditaciones a que “Al despuntar la aurora, hazte estas consideraciones previas: me encontraré con un indiscreto, un ingrato, un insolente, un mentiroso, un envidioso, un insociable. Todo eso les acontece por ignorancia de los bienes y de los males. Pero yo, que he observado que la naturaleza del bien es lo bello, y que la del mal es lo vergonzoso, y que la naturaleza del pecador mismo es pariente de la mía, porque participa, no de la misma sangre o de la misma semilla, sino de la inteligencia y de una porción de la divinidad, no puedo recibir daño de ninguno de ellos, pues ninguno me cubrirá de vergüenza; ni puedo enfadarme con mi pariente ni odiarle. Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza. Y es actuar como adversario el hecho de manifestar indignación y repulsa.”

martes, 26 de enero de 2010

Somos dos, somos dos

Desde muy niño me gustaron los libros y especialmente los de la biblioteca de mi padre. Aunque todavía no sabía leer, recuerdo haber tomado un libro al azar y buscar las ilustraciones y las fotos. Poco comprendía lo que ellas significaban: algunas me gustaban y otras me daban un poco de temor.
Recuerdo haber leído la historia de Ernenek en “El país de las sombras largas”.
Aún considerando al deporte como una pasión en mi vida, siempre consideré que la forma de evolucionar como ser humano era a través del conocimiento y del desarrollo de la razón.
Cuanto más lógico y razonable fuera, más evolucionado sería.
Sin embargo, a través del tiempo, en la búsqueda de la Razón me encontré con la Intuición.
En efecto, buscando cada día aplicar más el pensamiento lógico, racional, como forma de evolución personal, fui descubriendo que en realidad las capacidades mágicas de nuestro cerebro, las que nos llevan a las más profundas transformaciones, se encuentran cooptadas por el cerebro que razona, justamente como símbolo paradójico de la evolución.
En efecto, el cerebro humano es una máquina maravillosa y de increíbles capacidades. Los pensamientos, acciones, sistemas de creencias se construyen a través de la conexión entre las neuronas. Existen solamente en el encéfalo una cantidad aproximada de 100.000.000.000 (cien mil millones)de neuronas y cada una de ellas recibe de 10.000 a 100.000 sinapsis (interconexiones) y el axón realiza una cantidad de conexiones similar. De este modo las posibilidades de aprendizaje, entendiendo el aprendizaje como el establecimiento de una red neuronal, por lo visto es astronómico.
Nuestro cerebro parece integrado por dos personas diferentes que se encuentran unidas en un mismo espacio. Una de ellas es digital, o sea utiliza el lenguaje, es racional, lógica. La otra es analógica, emocional, creativa.
A través del lenguaje una de ellas es la parte dominante. El ser humano, es interpretado como un ser lingüístico y esa capacidad ha determinado el predominio de esa persona racional, lingüística, lógica.
Estas dos personas que habitan nuestro cerebro se sitúan en el hemisferio izquierdo y en el derecho, formado por dos mitades unidas por una compleja red de fibras llamada cuerpo calloso.
El desarrollo del lenguaje en el ser humano significó un gran avance en la comunicación y en el desarrollo del pensamiento.
Supone también una limitación en cuanto al volumen de información que recibimos del exterior y el que podemos procesar en nuestro cerebro así como el que podemos transmitir. Esto significa que recibimos la información en forma analógica a través de nuestros sentidos y la procesamos en forma digital a través del lenguaje. Se asemeja a un gran embudo. Por eso es que la información a veces se nos desborda y hablamos no solamente con nuestra voz sino que además lo hacemos con el cuerpo. Incluso a veces nuestra voz dice una cosa y nuestro cuerpo dice otra. De ahí descubrimos las mentiras.
Se dice que somos conscientes de sólo 2.000 bits de información de los 400.000 millones de bits de información que nuestro cerebro procesa por segundo.
Entonces cabe suponer que este desarrollo del cerebro humano relativamente reciente; el neocórtex dataría de aproximadamente 130 millones de años, aunque ha evolucionado rápidamente el último millón de años, ha significado un gran avance en cuanto a la capacidad del hombre de procesar racionalmente información y transmitirla pero a su vez ha significado la pérdida o bien el ocultamiento de un gran caudal de información que entra al cerebro en forma analógica.
Otro hecho que determinó el predominio de la razón fue, al decir de Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje, la invención del alfabeto alrededor del año 700 A.C. en la antigua Grecia.
Esta nueva forma de comunicación produjo profundos cambios en nuestras categorías mentales. Siguiendo a Echeverría en su libro citado, antes de la invención del alfabeto, los seres humanos vivían en lo que llamamos el “lenguaje del devenir”; el hablar tenía el poder de hacer que ciertas cosas sucedieran. De esta forma se sabía por ejemplo, qué era la piedad, el amor, la perfidia, esto es, a través de las acciones realizadas por los personajes de estas historias.
El alfabeto, sigue Echeverría, separó al orador, el lenguaje y la acción. El texto al estar escrito desplazaba al orador, ya no era necesario. De este modo se produjo un desplazamiento de un lenguaje de acción a un lenguaje de ideas.
“Con ello se abandona el lenguaje del devenir del pasado y se transita hacia una nueva forma del lenguaje: “el lenguaje del ser”.
El pensar, pasó a ser la reina de las acciones y fueron separadas de todas las demás acciones que pasaron a ser consideradas inferiores.
Ello, finaliza el autor, nos condujo a la conclusión que el ser humano cambió su comprensión de él mismo. Un ser humano postulamos, es un ente racional, la razón es lo que nos hace humanos, diferentes de las otras especies.
De ahí que mi historia personal estuviera tan influida por este pensamiento racional y considerara a la evolución personal como una forma de incrementar mis conocimientos lógico – racionales.
Este cerebro conciente, lógico, racional, que se vale del lenguaje, es el que utiliza y que se define como el “yo”. Cuando nos reconocemos, cuando decimos yo, el que habla es el cerebro racional, es el hemisferio izquierdo y lo hacemos como si el resto de nuestro cerebro y nuestro cuerpo fueran apéndices de él.
Existe una íntima relación no reconocida entre nuestro cerebro y nuestro cuerpo.
Lamentablemente el paradigma presente continúa estableciendo la primacía del pensamiento racional, estando la ciencia muy influida del mismo.
La férrea defensa de este paradigma hace que todas las voces que cuestionan este modelo del mundo sean castigadas como alguna vez lo fueron quienes se opusieron a los postulados dogmáticos de la iglesia católica.
En medicina se sigue considerando y definiendo como “medicina alternativa” otros modelos que permiten obtener mejores resultados, en algunos casos, que la “medicina tradicional.”
El origen de este divorcio entre la mente y el cuerpo tiene su razón en la tradición judeo cristiana.
Una buena síntesis de este postulado la efectúa Gabriel Plachta en su reciente libro “PNL Mapas para el cambio”. Allí afirma que sumado a la tradición judeo cristiana le continúa la lógica aristotélica y la filosofía cartesiana por la cual:
• El yo es una mente-sujeto que experimenta un cuerpo-objeto.
• El yo se ha identificado con la mente y se ha disociado del cuerpo.
• El yo identificado con la mente es de naturaleza superior, elevada, ligada al espíritu.
• El cuerpo, en tanto materia, es de naturaleza inferior, una máquina, un mal necesario, sede de nuestros impulsos más bajos.
• En el mejor de los casos, el cuerpo es apenas un envase imperfecto y transitorio para un alma perfecta y eterna hecha a imagen y semejanza de Dios.

De ahí concluye Plachta que “cuando pienso en mi cuerpo es el yo (sujeto) el que piensa en mi cuerpo (objeto); que cuando digo “me duele la cabeza”, estoy diciendo que a mi (sujeto) me duele “eso” que llamo cabeza (objeto) y que aunque no estemos de acuerdo con estos postulados, nuestro pensamiento está plagado de estas divisiones e incluso el lenguaje nos lleva a que estas divisiones se manifiesten.
Luego de tanto tiempo y de tanta búsqueda de conocimiento racional, lo paradójico me ha sucedido: descubrir que tenemos una forma de conocimiento intuitivo que llevamos impresa en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Que este conocimiento ha permanecido latente en nosotros y que es hora que dejemos de reprimirlo con tanto razonamiento.
He descubierto que nuestro hemisferio izquierdo pretenciosamente intenta liderar nuestra acción desde “afuera de nuestro cuerpo” pero que el hemisferio derecho es el que realmente nos lidera en “comunión con nuestro cuerpo”.
Que siempre estuvimos preocupados en conocer cómo funcionan las cosas en nuestro universo y que no conocemos cómo funciona nuestro cuerpo/mente. Que nuestras creencias, nuestras acciones, nuestra identidad están determinadas por un sistema de redes neuronales del que hasta hace no mucho tiempo poco o nada conocíamos. Pero que nuestros antepasados y culturas milenarias si conocían y conocen.
Que la forma que he descubierto de evolucionar es justamente desarrollar mi intuición, descubrir cómo opera nuestro inconciente, cómo inconcientemente se establecen redes neuronales a lo largo de todo nuestro cuerpo que definen habilidades, acciones, creencias y que determinan nuestra identidad.
La evolución no significa descuidar nuestra mente racional a favor de la intuición, sino más bien desarrollar ambos hemisferios de manera que podamos servirnos de cada uno de ellos cuando sea necesario.
Evolucionar significa también poder descubrir y comunicar nuestras experiencias más íntimas; encontrar en nuestro interior el conocimiento milenario que llevamos grabado en cada una de nuestras células y esta afirmación no es metafórica, es científica.
Hay cosas que están más allá de la razón y del lenguaje que también tienen su explicación.
“La contradicción tan asombrosa a la forma ordinaria de pensar viene del hecho de que hemos de usar el lenguaje para comunicar nuestra experiencia más íntima, la cual en su misma naturaleza trasciende la lingüística.” D.T. Suzuki.