domingo, 21 de marzo de 2010

Epítetos no! Epícteto!! (primera parte)

El mundo es una lucha, todo es lucha…. Cómo andás? Acá luchando… Yo siempre luché mucho en mi vida….
Estas frases las oímos a diario, así como también el concepto de “lucha por la vida”, la adaptación del más fuerte, han predominado en la teoría de la evolución de las especies desde Darwin.
Ahora bien, se puede afirmar o universalizar el concepto de lucha a todo el ámbito en el que un ser humano interactúa o este concepto es solamente aplicable a ciertos casos más relacionados con la biología, con la política (lucha de clases), con las cuestiones sociales, etc.?
En el caso del desarrollo personal, a qué le llamamos lucha y contra qué luchamos?
Cómo influye esa lucha, o el resultado de la misma sobre nuestro sistema cuerpo-mente. Porque sabemos muy bien que es muy difícil salir indemne de una lucha: es muy difícil no salir lastimado.
Luchar es entrar en una relación antitética con la otra parte a la que nos oponemos. La lucha nos sirve para “ir hacia” o para “alejarnos de”.
Diariamente, conforme la teoría Darwiniana de la supervivencia del más apto, tal como sostiene Deepak Chopra, “somos víctimas de las reacciones que fueron fundamentales miles de años atrás para nuestra supervivencia. Reacciones programadas genéticamente en el cuerpo celular. Vivimos en un entorno hostil como recolectores amenazados.
Aprendimos a protegernos huyendo y también peleando. Esta reacción era útil en el pasado, hoy produce miedos imaginarios”.
Nos sucede a diario con el tránsito, con la burocracia del Estado, con el monopolio de las empresas de servicios, los comentarios que se hacen de nosotros y la respuesta condicionada que le damos a estos estímulos tiene una función limitada y nos genera variadas enfermedades tales como problemas cardiovasculares, hipertensión, todas las variedades de cáncer, etc.
Lo mismo sucede con el stress. Los médicos lo han definido como “la respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda que se le haga”. Así, “el cuerpo reacciona ante cualquier estímulo desafiante por medio de una secuencia predecible de cambios internos, incluyendo la liberación de ciertas hormonas”. Esta es la reacción de pelea o fuga que ya citara antes.
Entonces, identificamos la agresión como proveniente del exterior, provocada por los otros.
Es necesario por tal motivo, comenzar a superar la etapa de la reacción de pelea o fuga ya que ésta ha perdido su función original y no solamente nos causa problemas en el plano individual sino que es la responsable de tanto odio y guerras en el mundo.
¿Y cuál es la causa por la cual reaccionamos ante estos estímulos externos de manera tan limitada, creando miedos imaginarios?
El ser humano necesita crear patrones de conducta para vivir con mayor seguridad. De ahí que ante cada hecho que le sucede en su vida emite un juicio. “Cuando emitimos juicios estamos suponiendo que el pasado es un buen consejero del futuro. Estamos suponiendo que porque algo sucedió una y otra vez en el pasado, podría volver a suceder en el futuro,” nos dice Rafael Echeverría. Sin embargo, esto no es así necesariamente.
De ahí que los juicios, siguiendo con Echeverría, sean la raíz del sufrimiento humano. El sufrimiento surge de la interpretación que hacemos sobre lo que nos sucede, y muy precisamente sobre los juicios que estas interpretaciones descansan.
Teniendo activada la reacción de pelea o fuga, interpretamos que “nos están perjudicando”, “nos están faltando el respeto”, “nos están agrediendo”, etc., etc. El yo se siente amenazado por el mundo exterior y reacciona. Allí es cuando nuestro cerebro, a través de la amígdala segrega adrenalina y cortisol y nos provoca una reacción de stress.
Ahora bien, tal como está planteado, fácilmente nos damos cuenta que, por lo general, no es el “mundo” quien nos ataca sino que nosotros interpretamos que el “mundo” nos ataca.
Sentimos que los otros coartan nuestra libertad que es lo que en definitiva busca el ser humano.
Siguiendo a Deepak Chopra, podemos decir que existen cuatro niveles de libertad. El primero es “quiero hacer lo que quiera en el momento que quiera”; el segundo es la “capacidad de satisfacer nuestros deseos”; el tercero es la “capacidad de escapar de la prisión de lo conocido. La prisión de nuestro condicionamiento. Lo que nos despiertan las personas y las circunstancias y hacen que reaccionemos con conductas predecibles. Estamos a merced de cualquiera que pase por la calle”; y el cuarto son las “acciones correctas específicas”, esto es, aquellas acciones que propician nuestra evolución.
Encuentro una relación que será interesante desarrollar entre el tercer nivel de libertad, el de la “capacidad de escapar de la prisión de nuestro condicionamiento” y la reacción de fuga o pelea que nos provoca el stress y el sufrimiento inútil.
Y nadie mejor que una escuela de filosofía de la antigua Grecia para dilucidar la cuestión y ayudarnos a ampliar nuestros mapas mentales para desarrollar justamente esa capacidad de escapar de la prisión de nuestros condicionamientos. (continúa)

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